martes, 27 de julio de 2010

Formentera II

Ya estamos instalados. Necesitamos un medio de locomoción para desplazarnos por la isla. Pensamos en una motito. Las vimos y decidimos que mejor una moto. Las echamos una ojeada y pensamos que con cuatro ruedas sería más seguro, quizás un quad. Los miramos, comparamos y pensamos que para ir sobre cuatro ruedas lo mejor era un coche. Pues vale. Lo que entendemos por coche en Formentera se llama cochecito, bonito, pequeñito, que en 10 minutos te lleva de una punta a otra de la isla, que te lleva a las calitas y a las playas pequeñitas y a las carreteritas que terminan con un faro. Con un intermitente de la izquierda bonito, que lo pones cuando te vas y no lo quitas hasta que no llegas porque vas siempre pisando linea o invadiendo carril contrario adelantando motitos.
Se come bien y se consumen mojitos de los buenos. Por todas partes hay chiringuitos de bisutería que te pones a comprar complementos y llenas una maleta. Eso sí, caro, muy caro, carísimo. Pero bueno. En el hotel te entra una cena romántica al lado del mar. A nosotros nos tocó la del día 7 de Julio. Si, San Fermín, pero esto no tuvo importancia.
A las 10 de la noche la cena. Vestidos a lo chillout para la ocasión y con complementos de la tierra incluidos. Mesa para dos. Cena degustación. Lugar idílico, casi sobre la arena. Se oían las olas porque el mar estaba a unos 25 pasos. Se respiraba romanticismo hasta que una palabra maldita de tres letras se lo llevó todo al traste ¡GOL!. ¡GOOOOOOOOOOOOOOOL de España!Aquí se acabó el ancanto de la cena. Salió el cocinero, el camarero, el maitre por entre las mesas anunciando que España había marcado a Alemania y pasaba a la final. Se acabó. Mierda de cena. San Fermín no tuvo la culpa, sino la roja. Para no olvidar porque acto seguido los de animación del hotel montaron una mega fiesta justo donde cenábamos con música chumba-chumba a tope. Todos los clientes montando juerga. Los niños corriendo, los camareros no daban a basto y todo lo que uno pueda imaginarse y le quite el sueño después.
A la vuelta me sentí invisible. Nadie se fijó en mí. Dejé de existir. Nadie me pidió el puto DNI, por favor. Yo sin DNI no soy nadie y tener que venir de Formentera a Palma pasando por Ibiza y que absolutamente nadie te pida quién eres y que te identifiques con el DNI por favor, me ha producido un trauma del que no se cómo saldré. Buscaré ayuda.
Por lo demás un viaje como todos. De un lado a otro. Comer y descansar. Fotos y más fotos. Tres puestas de sol y todo lo que uno hace en unas vacaciones a Formentera.